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martes, 24 de mayo de 2011

Pidiendo limosnas a los cactus


Fue un impulso e incluso el día indicado, temprano el sol decía su furia y la ruta estaba dilatada...
en el horizonte las llamas borraban el paisaje.
Después de cuatro horas el camión nos dejó en la entrada del cónclave, tomamos un vino casero de la zona que nos depositó en una siesta a la sombra de los arboles al costado de la ruta. Cuando nos acercamos a la difunta, solo vimos a sus guardianes naturales: Dos pencas de tamaña altura y dimensiones hacían de granaderos llenos de astros.
Se nos amplificó el espíritu con solo verlos desplegar sus paletas de colores; mientras, los feligreses ponían sus chapas como testimonio, testeando a su suerte.
Llegamos a la meca a la mañana del día posterior y la leche pura nos alivió del hambre y el cansancio.
En la estación de servicios conseguimos los utensillos necesarios y precisos: el tarro de aceite de cinco litros fue suficiente.
Después de purificarnos en un baño de río subimos por nuestro ejemplar; la caminata al cerro... rebautizado por los promesantes como el Carajo nos demandó una media hora de caminata. Íbamos expectantes, con ansiedad y casi en silencio. Sentíamos en nosotros la zona como entrando en comunión... la conecta a la magia.
La elección, unánime, instantánea gracias al pinchazo, lo vimos ahí, apenas asomándose entre las piedras como gnomo en una travesura.
Tendría treinta centímetros de altura y unos diez de diámetro, pero sus espinas rubias nos decían que estaba pleno y saturado de Luna.
Los leños por doquier nos facilitaron la tarea y la disección del santo, liviana.
Estaba fresco, con su pulpa voluptuosa colmada de anhelo; el tegumento escapó fácil.
En la espera de su tiempo de ebullición la ceremonia apacible nos envolvía en miradas. Fuimos por otra selección... la pasarela estaba repleta.
Atestamos nuestros morrales, nos sentamos a fumar y apaciguar nuestras mentes... se acercaba el momento y cuando las llamas despedazaban el cielo, bebimos el brebaje y allí fuimos.
Desaparecieron las antorchas y al volver nuestras contemplaciones, la plenitud de ella... abanicando con su luz, propagando su belleza, renacía única.
Y nuestras pupilas fueron como su tamaño, al alcance de la mano... acompañándonos en las alturas.

Veo expandir mi esencia
Veo palpándome con seres cotidianos
Veo hormigas paseando en mi camino
Veo arañas felices en sus artesanías
Veo al viento con su música, danzar a todo mi entorno
Veo su diamante
Veo las nubes acercarse y acariciarme llenas de formas y colores
Veo el espiral hacia las estrellas
Veo mi corazón palpitando con el antepasado sonido de la tierra
Veo la alegría que me quema en el fulgor
Veo mis pies dibujando en el filo de las piedras
Veo mi sangre regando la sequía inspirando a que la lluvia se acerque
Veo la voz de las espinas en altura protegiéndonos como ángeles
Veo la dama negra
Veo los duendes carcajearse con nosotros
Veo la eternidad
Veo el Universo
Veo acurrucarme en su vientre
Veo entrar a su vientre
Y su diamante brilla como nunca, eclipsando a los rayos
Y las perlas brotan de nuestros cuerpos

Y los gemidos son violines

Veo la fusión húmeda

Justo cuando precipita la lluvia

Sin principio ni fin.

©1989  

2 comentarios:

  1. dios mio, quiero una taza de ese brevaje, ya.

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  2. Espere que domine el blog y le voy a dibujar el paso a paso.
    Eh, tiene un amigo en Catamarca?...
    en el paseo se llevó una sensación... gracias.

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